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Mujeres


El 8 de marzo se han cumplido cien años de la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Los partidos socialistas y comunistas fueron los promotores de esta idea de carácter revolucionario y de clase. La alemana Clara Zetkin lo propuso en 1910 en la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague y se conmemoró por primera vez en 1911. Marx y Engels señalaron en La Sagrada Familia que “La transformación de una época histórica se puede definir siempre en función del avance de la mujer hacia la libertad, porque ahí en las relaciones de la mujer con el hombre, del débil con el fuerte, aparece de modo más evidente la victoria de la naturaleza humana sobre la brutalidad. El grado de emancipación de la mujer es la medida natural del grado de la emancipación universal”, y esto fue escrito en 1845.

Este día, desde su origen, reivindica a la mujer trabajadora y permite abordar la importancia de la lucha de las mujeres para los avances en la sociedad actual. Entre los principales desafíos para alcanzar la igualdad de género, sobresalen la sobrecarga de desigualdades en el trabajo, la lucha contra la violencia de género, las necesarias polémicas en torno de la legalización del aborto, la imagen de la mujer en los medios.

En el mundo, el setenta por ciento de los pobres absolutos son mujeres, millones de niñas son vendidas y compradas como esclavas sexuales y se vulneran sus derechos, su libertad y su dignidad.
Fanny Edelman en sus numerosos escritos se reivindica feminista y marxista, con la profunda convicción de que la liberación de la mujer de las innumerables opresiones que sufre es una lucha cotidiana y al mismo tiempo una larga y paciente batalla a librar en el curso de una revolución social y luego de ella. En la Conferencia Mundial de la ONU en México en 1975, Fanny habló en representación de la Federación Democrática Internacional de Mujeres, siendo su secretaria general, allí se estableció como fecha universal el 8 de marzo.
En la puja por la redistribución de la riqueza, las mujeres deben tener un papel protagónico, como parte de la confrontación para la radicalización de las medidas de carácter popular, único camino para el avance liberador que compartimos con otros países latinoamericanos. Si no, que lo desmienta la embajadora yanqui Vilma Martínez, vocera de la intervencionista “diplomacia de seguridad” de los EE.UU., junto a los sectores conservadores.

Tiene que quedarnos manifiesto que éste es un combate de clases, y como tal demanda programa, unidad plural y organización política. Debemos bregar para que el Nuevo Encuentro tome estas banderas en su acción política.

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